miércoles, 17 de marzo de 2010

La Regenta

Al anochecer, hora en que dejaban el trabajo los obreros, se convertía aquella acera en paseo, donde era difícil andar sin pararse a cada tres pasos. (…)

En la multitud, la virtud y el vicio se codeaban sin escrúpulo, iguales por el traje, que era bastante descuidado. Aunque había algunas jóvenes limpias, de aquel montón de hijas del trabajo que hace sudar salía un olor picante, que los habituales transeúntes ni siquiera notaban, pero que era molesto, triste; un olor de miseria perezosa, abandonada. Aquel perfume de harapo lo respiraban muchas mujeres hermosas; unas fuertes, esbeltas; otras delicadas, dulces; pero todas mal vestidas, mal lavadas las más, mal peinadas algunas. El estrépito era infernal; todos hablaban a gritos, todos reían, unos silbaban, otros cantaban. Niñas de catorce años, con rostro de ángel, oían sin turbarse blasfemias y obscenidades que a veces las hacían reír como locas. Todos eran jóvenes. Entre los hombres, acaso ninguno había de treinta años. (…)

Ana se vio envuelta, sin pensarlo, por aquella multitud.

Alguna otra vez había pasado la Regenta por allí a tales horas, pero en esta ocasión, con una especie de doble vista, creía ver, sentir allí, en aquel montón de ropa sucia, en el mismo olor picante de la chusma, en la algazara de aquellas turbas, una forma del placer del amor; del amor que era por lo visto una necesidad universal. (…)

Entre aquel cinismo aparente de los diálogos, de los roces bruscos, de los tropezones insolentes, de la brutalidad jactanciosa, había flores delicadas, verdadero pudor, ilusiones puras, ensueños amorosos que vivían allí sin conciencia de los miasmas de la miseria.

Ana participó un momento de aquella voluptuosidad andrajosa. Pensó en sí misma, en su vida consagrada al sacrificio, a una prohibición absoluta del placer y se tuvo esa lástima profunda del egoísmo excitado ante las propias desdichas. “Yo soy más pobre que estas”.

La Regenta, Leopoldo Alas “Clarín”.

El texto nos presenta una escena típica de la narrativa naturalista : la salida y retirada hacia sus hogares, por el Boulevard de Vetusta, de la masa proletaria al terminar la jornada. El lector presencia esta escena a través de la mirada de Ana Ozores, que, ante los licenciosos modos de relación propios del “populacho” que contempla, toma conciencia de su soledad y de su insatisfacción . Se puede decir por tanto, que el tema del fragmento es la soledad y la insatisfacción sexual.

Estos contenidos se formalizan a través de una estructura presidida por el típico narrador omnisciente del realismo decimonónico.

Atendiendo a las modalidades del discurso, podemos diferenciar dos partes en el fragmento: una primera parte puramente descriptiva, volcada al exterior, que comprendería los dos primeros párrafos; una segunda parte en la que la descripción se combina con la narración introspectiva, y en la que, como dijimos, el lector contempla esa escena a través de los ojos y los deseos y frustraciones de Ana Ozores. Tenemos, por tanto, en este breve fragmento, los dos componentes fundamentales de la novela realista: el ambiente y el análisis psicológico.



Fortunata y Jacinta



Esto es un capitulo de televisión de la novela de Benito Pérez Galdós, espero que les guste este capitulo y si les gusta lo podrán ver en youtube o próximamente en nuestro blog.